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Sanar lo que dolía: los retos de reconstruir un símbolo deportivo

Hace apenas un año y tres meses, las máquinas volvieron a entrar a la obra. Lo que encontraron fue desolador: estructuras vencidas por el tiempo, plataformas de clavados agrietadas, piscinas secas, y el peso invisible de una ciudad entera que había dejado de creer. No se trataba solo de construir, sino de sanar una herida abierta.

Una de las cicatrices más profundas estaba en la plataforma de saltos, esa estructura que alguna vez fue orgullo nacional, y que, tras más de 50 años de existencia, mostraba fisuras que parecían irreparables.

Sin embargo, los retos no se detuvieron ahí. La icónica piscina olímpica no solo presentaba fallas estructurales, sino también un grave riesgo para la vida humana.

Según el ingeniero Jhon Fredy Osuna, representante legal de la obra, la normativa internacional establece que una piscina de estas dimensiones debe contar con -al menos- 20 succionadores, con el fin de distribuir de forma segura la fuerza de succión entre todas las aperturas. No obstante, en el vaso encontrado solo habían 4, lo que significaba que cada uno concentraba una fuerza cinco veces mayor a la permitida, representando un peligro latente de atrapamiento para los nadadores.

Atendiendo a la directriz de la alcaldesa Johana Aranda, de entregar un escenario deportivo de calidad y totalmente seguro, fue necesario intervenir nuevamente el vaso de la piscina olímpica para instalar los 16 succionadores faltantes. Además, se incorporaron válvulas antiatrapamiento, que garantizan una mayor protección para los usuarios.

Y las decisiones difíciles continuaban. La gradería que hoy vemos techada no contaba con la estabilidad necesaria para continuar su construcción ni garantizaba seguridad ante posibles movimientos telúricos. Para dar solución a este problema, fue necesario conectar dos estructuras de distinto uso: las graderías en construcción y el parqueadero subterráneo del complejo deportivo. Esto implicó la edificación de una columna estructural clave, soportada por el doble muro del ascensor, que permitió unir ambos espacios y garantizar la resistencia sísmica del escenario.

Asimismo, Osuna señaló que fue necesario dividir la intervención en diez grandes proyectos: desde la modernización del edificio de deportistas hasta una nueva gradería con cubierta, pasando por la adecuación completa de las piscinas olímpicas. Cada tarea implicó reconstruir sobre lo que quedó. Y, muchas veces, volver a empezar.

Pero más allá del concreto, el verdadero reto fue político, social y emocional. ¿Cómo volver a mirar de frente a una ciudadanía que ya no confiaba? ¿Cómo convencer al país de que esta vez era en serio? La presión era inmensa, las dudas también. Sin embargo, se logró. Hoy, Ibagué no solo entrega un escenario deportivo: entrega una lección de dignidad y persistencia.

Hoy, las puertas están abiertas y pasamos de titulares deshonrosos como “Corrupción en los Juegos Nacionales de Ibagué” por “Las piscinas de la calle 42 son una realidad”. Y lo que antes fue ruina, hoy es orgullo. Este complejo acuático no solo está listo para recibir a los mejores atletas del país, está listo para recibir a una ciudad entera que nunca dejó de soñar con este momento. Ibagué vuelve a mirar al futuro con la frente en alto.

Los 10 proyectos que conforman el complejo de piscinas son:

  1. Gradería techada
  2. Liga de combate
  3. Playa piscina
  4. Piscina olímpica
  5. Pasarela que conecta las graderías
  6. Ingreso de deportistas por la calle 42
  7. Modernización del edificio deportistas
  8. Plataforma de saltos
  9. Ingreso carrera Quinta
  10. Eje que conecta la carrera Quinta con la av. Ferrocarril